“Para solucionar este mal, los socialistas, atizando el odio de los
indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los
bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y
administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación.
Creen que con este traslado de los bienes de los particulares a la comunidad,
distribuyendo por igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos,
se podría curar el mal presente. Pero esta medida es tan inadecuada para
resolver la contienda, que incluso llega a perjudicar a las propias clases
obreras; y es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los
legítimos poseedores, altera la misión de la república y agita fundamentalmente
a las naciones.”- CARTA ENCÍCLICA RERUM NOVARUM
DEL SUMO PONTÍFICE LEÓN XIII- SOBRE LA SITUACIÓN DE LOS OBREROS.
Desde la entrada en
vigencia de la Constitución de 1991
hasta nuestros días , hemos tenido avances
económicos y sociales a pesar de los obvios y conocidos problemas de
orden público y corrupción; no obstante lo anterior, el discurso de los “200
años de oligarquía corrupta y
narcoparaestado”, nos pretende llevar a discutir soluciones de ayer para
problemas del mercado laboral de hoy, ello sin contar que igualmente se
pretende a los machetazos, con compromisos internacionales y derechos
adquiridos por gracia del papel de nuestros jueces.
Se entiende por diálogo
social en sentido estricto, el conjunto de las relaciones de comunicación
consulta y negociación entre gobiernos, empleadores y sindicatos sobre
cuestiones de interés común. En sentido amplio el término “diálogo social” se
utiliza para referirse a un tipo de relaciones horizontales entre el Estado y
las organizaciones de la sociedad civil empresas, sindicatos, asociaciones,
grupos, comunidades, etc. con el fin de abordar conjuntamente los problemas
sociales y contribuir a elaborar soluciones fundadas en el consenso, que van
más allá de la simple normatividad existente. ("Incidencia del
sindicalismo de confrontación en el ejercicio del Derecho de Asociación
Sindical en Colombia entre el año 2000 y el año 2008"); como se puede ver,
haciendo uso de una u otra definición, se observa que son las organizaciones
sindicales las grandes protagonistas del llamado “diálogo social”, pues en la
nueva sociedad de la información, son mucho más que los simples “representantes
de un gremio de trabajadores,
protagonistas de la negociación colectiva
y gestores del descontento”.
El artículo 56 de la Constitución crea y
regula la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y
Laborales, como escenario natural donde se debe materializar el diálogo social.
Dicha norma, establece lo siguiente:
“Una comisión
permanente integrada por el Gobierno, por representantes de los empleadores y
de los trabajadores, fomentará las buenas relaciones laborales, contribuirá a
la solución de los conflictos colectivos de trabajo y concertará las políticas
salariales y laborales. La ley reglamentará su composición y funcionamiento”
Nuestra Honorable Corte
Constitucional, ha señalado en muchos de sus fallos que “la comisión permanente
integrada por el gobierno, los empleadores y los trabajadores para fomentar las
buenas relaciones laborales, contribuir a la solución de los conflictos
colectivos del trabajo, y concertar las políticas salariales y laborales, es un
escenario dispuesto por el constituyente como un instrumento de adecuación de
las relaciones del trabajo al marco general del Estado pluralista (art. 1o.),
cuyo elemento esencial más sobresaliente es el de la adopción de mecanismos en
procura de una democracia consensual, en la cual los intereses en juego, en
este caso de tipo laboral, tengan la posibilidad de expresarse, y, en la medida
de las posibilidades de las partes, reconciliar y compatibilizar sus intereses,
contribuyendo de ese modo a bajar el nivel de los conflictos, provocados por su
propia existencia.”
En efecto; una de las
funciones de la mencionada Comisión, es la
de preparar los proyectos de ley en materias sujetas a su competencia,
para que el Gobierno los presente al Congreso de la República ( Literal h del artículo
2 de la Ley 278 de 1996); lo que en buen romance indica, que los proyectos de
ley de reforma laboral, deben surgir del seno de la Comisión Permanente de
Concertación de Políticas Salariales y Laborales (Precisamente como escenario tripartito
conformado por empleadores, trabajadores y gobierno). Sin embargo, en el “Gobierno
del Cambio” y con el argumento de: ““Aquí no se han presentado reformas a la
espalda de nadie, se han construido con participación de muchos colombianos. Lo
que hay que decir es que ese síndrome de la Coca Cola del desierto se acabó”;
se birló la oportunidad de una adecuada y concertada Reforma Laboral, no haciendo uso de la herramienta constitucional
adecuada y tornando en ilusoria
cualquier iniciativa de “diálogo social”, convirtiendo en espada lo que se supone debería ser escudo.
La reforma laboral que esperábamos,
es una reforma laboral que garantice la protección del empleo, en igual proporción que el incremento de la
productividad y el refuerzo de la
seguridad jurídica; todo lo anterior, encaminado obviamente a favorecer la
inversión, la creación de empresas y reinventar
la formación profesional para hacer frente a los retos que implica el futuro
del trabajo (Lo que implicaría el lograr el primer desafió, “ Ser más productivos para crecer mejor”); empero, por mucho que el “estado de opinión” diga lo
contrario gracias a los medios con los que cuentan los gobiernistas de hoy, lo
que salió de a Cámara de Representantes, es todo menos algo que medianamente
sirva para simplificar y reordenar las modalidades de contratación laboral, o por
lo menos permita que las empresas puedan
adaptarse con rapidez a los cambios en el contexto económico y a las
transiciones productivas.
Nadie puede negar, que la productividad
también está condicionada por la calidad del marco institucional y la
regulación, por lo que en ese sentido, y teniendo claro que la aplaudida “REFORMA
LABORAL” (Que ha dado un paso más en su avance del día de hoy) poco o nada contribuye
a mejorar esa productividad; debemos preguntarnos… ¿Acaso hay algo que
celebrar?
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